21 agosto 2010

Crónicas viajeras: 17-20 abril

Día 17

Por la mañana (si no recuerdo mal), Neus, Iván y Rosa fueron de nuevo al aeropuerto, mientras que Sergio y yo nos quedamos cocinando. Todo era muy incierto, no sabíamos cuándo iban a salir los vuelos que llevaban retrasados desde el jueves hacia París, con la compañía de Air France. En el aeropuerto la compañía no sabía nada, pero anotaron nuestros nombres y un número de teléfono al que poder llamar cuando tuvieran noticias.

Por la tarde estuvimos perreando, sin hacer mucho. Gracias a la nube de cenizas en Europa, esa noche cogimos un autobús rumbo a St Paul, donde se celebraba el nuevo año hindú. No sé si lo he dicho en algún post anterior, pero una de las cosas buenas de esta isla es que hay mucha mezcla de culturas; criollos nativos, franceses, hindúes... Mientras disfrutábamos del espectáculo, yo no hacía nada más que repetir que me tenía que apuntar a clases de danza para aprender a hacer la danza del vientre y demás. ¡Cómo se movían! Aquí os dejo un vídeo de una muchacha que enamoró a más de uno:



La fiesta acabó algo más tarde de las 11 de la noche, y ya no podíamos volver a casa, pues no había servicio de autobuses, ni taxis, y tampoco teníamos el coche de alquiler. Hacer autostop no era lo más seguro en ese momento, así que decidimos quedarnos a dormir en la playa (la misma playa en la que dijeron que habían violado a dos chicos, así que como veréis... nada es seguro). Me daba un poco de reparo porque solo éramos 5... aunque cuando nos acostamos con los sacos en un lugar apartado, mi cuerpo no podía más y me dormí como un tronco.


Día 18

Amanecer en St Paul


Nos levantamos sobre las 6 para coger los autobuses de vuelta a la residencia. Neus, Sergio (¿o era Iván?) y yo, nos fuimos haciendo autostop hacia el aeropuerto. El hombre que nos recogió era muy majo, ni siquiera le pillaba de paso. Nos dijeron que los aeropuertos de París estarían cerrados hasta el martes y volvieron a tomarnos nota, asegurándonos que nos llamarían. ¡Toma ya! ¡Dos días más en la isla!

Tras llegar a la residencia, bajamos al mercadillo que ponían cerca de la misma. Hacía mucho calor, pero había un montón de fruta súper apetecible (y dentro de lo que cabía, barata). Compramos bastante y probamos la fruta de la pasión ^^


Después de comer nos pegamos una siesta "typical spanish" y nos bajamos al patio de la residencia a jugar al parchís. Creo que estuvimos jugando una partida de 4 a 7 mínimo. Sí, sí, como lo leéis. Estamos en una isla a 9000 km de casa en la que podemos disfrutar de las playas y nos pasamos la tarde tirados jugando al parchís. Y es que nos empezamos a tomar las cosas con calma. Mis amigos se pidieron un café de la máquina que estaba repletito de hormigas, jaja. Me alegré de que no me guste el café.

Por la noche, los cuatro viajeros bajamos a un bar cercano a la universidad, para tomarnos unas cervezas y picar algo. Después cenamos en la residencia, con los amigos de Neus.


Día 19

Nos propusimos ir a hacer los pesados al aeropuerto todos los días. Y así lo hicimos. Y es que según los rumores, había algún que otro avión que salía por las noches y podría ser el nuestro. No queríamos perder la oportunidad de volar. Sin embargo, la compañía seguía sin saber nada. Muchos de los viajeros estaban atrapados en la isla, durmiendo en camas que habían habilitado en el aeropuerto y sin poder lavarse la ropa. Al menos nosotros teníamos un sitio donde dormir, ducharnos, lavarnos la ropa, y sin gastar apenas más dinero. Aunque ya empezaba a pensar en todo lo que tendría que hacer al volver a casa...

A partir de entonces las vacaciones en la isla se volvieron un poco extrañas. No teníamos coche de alquiler, perdíamos las mañanas para poder ir al aeropuerto, y Neus y el resto de Erasmus tenían muchos trabajos y exámenes, así que ya no nos juntábamos por el día, y solo algunas noches para cenar.

Ese día cogimos un par de autobuses para ir de nuevo a la playa de Boucan Canot. El trayecto que hacíamos en media hora con el coche se hacía en más de dos horas en bus. Aunque una vez que llegabas a tu destino, no te importaba. Comimos en un chiringuito, unas ricas hamburguesas, mientras leíamos noticias sobre el caos aéreo en el periódico. La playa estaba más vacía que la primera vez que fuimos, ya que era lunes. Estuvimos buceando un poco, aunque sobre todo estuve disfrutando en la orilla, moviéndome hacia atrás y adelante con las olas y el resto de la gente. Momento donde los haya.


A las 6 salía el último autobús. Pasamos antes a por unos granizados de piña, ¿melocotón? y plátano de medio litro. Brutales, no había quien se los terminara.

Por la noche fuimos a ver a Neus y algunos de sus amigos que estaban ensayando en el gimnasio, haciendo malabares y acrobacias, ya que estaban preparando una actuación para un circo que se celebraba en mayo. Pretendíamos cenar en el bar de la universidad, que hace unos bocadillos ricos ricos, pero ya estaba cerrado y tuvimos que preparar una ensalada rápida porque en breve también cerrarían la cocina de la residencia.

Día 20

Nos levantamos con la intención de ir a alquilar un coche, ya que así ganaríamos tiempo y podríamos llegar rápido al aeropuerto en caso de que fuera necesario. Tuvimos que pedirle a Neus su tarjeta, ya que la Visa Electron que nos hicimos no vale para todo, más bien para poco ¬¬. Después de conseguirlo, nos animamos bastante.

Fuimos de nuevo al aeropuerto donde conocimos a un biólogo asturiano (lo que son las cosas) que también estaba atrapado. Él llevaba 5 meses haciendo un trabajo en una isla cercana a Reunión, donde hacía escala. Llevaba muestras de todo su trabajo, y como no se fuera pronto, todo el trabajo no le habría servido para nada. El tenía que haber volado el 16 por la mañana (dos vuelos antes que nosotros). Nos dio su número por si le necesitábamos para algo. En el aeropuerto solo había gente haciendo cola y más cola, todo olía a pis. Nosotros estábamos desesperados porque no nos habían llamado y pasaban de nuestra cara, además, apenas entendíamos francés.

Tras estar allí haciendo presión nos fuimos al Carrefour a comprar víveres, comimos en la residencia y por la tarde nos dirigimos hacia un lugar llamado Takamaka, al que Neus aún no había ido y que tenía muy buena pinta.

Y tan buena pinta. Un lugar muy muy húmedo, con montañas altísimas y muchísimas cascadas. Uno de los lugares que más me ha gustado de la isla, increíble.


Nos fuimos tan felices en chanclas, y cuando estábamos a medio camino, bajando para ver el río y las cascadas más de cerca, empezó a llover. Por fin, la lluvia reunionensa que tanto deseábamos. Empezamos a subir hacia el coche, y acabamos bien calados. Pero no me importaba lo más mínimo... Good vibrations.


Nos secamos un poco con las toallas, cogimos el mapa y decidimos ir hacia el Grand Étang. Rosa y yo nos echamos las toallas por encima porque parecía que la lluvia se acercaba. Fuimos descendiendo por un camino lleno de fango, con ranitas en los charcos incluidas, y llenándonos de barro los pies. Al llegar abajo del todo, pudimos ver el estanque que era enorme y muy bonito, también con arroyos que desembocaban en él.



Escuchamos como una cascada que parecía que estaba al girar, pero cuando fuimos a asomarnos, era un nubarrón que estaba descargando a lo bestia al lado nuestro. Apresuramos la marcha de vuelta al coche, pero fue imposible, nos pilló de pleno. Entre resbalones y demás, llegamos con barro hasta las rodillas, nos limpiamos en un merendero y nos subimos al coche de vuelta a "casa".

El segundo coche era "más mejor"

Fue agradable sentir la lluvia sobre nuestra piel... un día muy intenso. Supe que quedaba muy poco para irnos de la isla.

Relacionados

No hay comentarios: